jueves, 31 de diciembre de 2009

Cascabel - Vida y Muerte de Antonio Miro Quesada - por Federico More 18/05/1935


Trompadas de un zurdo

Vida y muerte de Antonio Miro Quesada

ASI como en la Vida de Cristo, María, la Madre del Salvador, figura sólo por instantes y aparece, resplandeciente, definitiva y heroica, en el minuto del tránsito, en el Gólgota mismo y, luego, es recompensada con la Asunción, para ir, en los cielos, a sentarse aliado de su Hijo, así al historiar a Antonio Miró Quesada ni señor, ni doctor, ni don, porque la posteridad no usa tratamientos-, en su vida no tiene por qué aparecer su compañera, su esposa, su mujer. La señora María Laos de Miró Quesada surge, resplandeciente, definitiva y heroica, en el momento de tránsito, cuando una bala cobarde hiere al que la acompañó desde los umbrales rosados de la juventud hasta el pórtico severo de la ancianidad.

Afirma un clásico español que nadie debe decir ni "mi señora", ni "mi esposa", sino "mi mujer". Palabra dulce y singularmente posesora y única. Mi señora -dice más o menos el clásico- puede ser cualquiera, incluso mi amante. Mi esposa, es la que me acompaña por virtud del sacramento. Acaso puede ser de otro. Mi mujer es sólo mía; es lo íntimo, lo infinitamente tierno, lo intransferible, la madre de los hijos; la que, a nuestro lado, recorre un largo sendero.

Ahora, después de que una mano aleve y miserable, indigna de ser peruana, mató, arteramente, a Antonio Miró Quesada, comprendo que la enemistad tiene sus fueros, su emoción y su ternura. Es tan entrañable como la amistad. Desde la iniciación de mi carrera periodística, allá en 1910 -ya Antonio Miró Quesada era Director de "El Comercio" - me sentí adversamente opuesto a cuanto hiciera el decano de la prensa del Perú. Me disgustaron siempre su desprecio por las inteligencias literarias, su desmedido afán por la política, su ansia de poder y el excesivo uso que hacía de su influencia. Nunca fui amigo ni de "El Comercio", ni de sus gentes.

No soy vanidoso y supongo que los señores de "El Comercio" jamás se sintieron enemigos míos. Pero soy orgulloso y nunca me importó lo que respecto a mí sintieran. Por múltiples y variadas referencias supe que Antonio Miró Quesada fue hombre de gran inteligencia política, de poderosa simpatía personal, de mucho mundo y de vida aristocráticamente irreprochable. Por desgracia, todo esto no me parece bastante para seducir. No formulo cargo alguno. Ni siquiera emito un juicio actual. Sencillamente puntualizo un pasado. Si hoy revisase, despacio, mi lucha contra "El Comercio", quizá encontrara mucho que rectificar. Pero seguramente hallaría mucho que recrudecer. A "El Comercio" le hallé, siempre, dos tendencias que chocaban con mi dirección periodística y con mi propensión literaria. Era un periódico hecho por reporteros y dirigido por diplomáticos. Nunca fue un periódico que dijese lo que era preciso, necesario, inevitable y doloroso decir. Era un periódico que decía, convenientemente, lo que era conveniente decir. Y que callaba, oportunamente, lo que era oportuno callar. Además, era el periódico de los adinerados, de los grandes duques de la oligarquía. Jamás estuvo cerca del corazón del pueblo y cuando habló de las urgencias y de las penas de los humildes lo hizo en tono de magnate que protege, de millonario que otorga y no de ciudadano que se solidariza. Yo habría querido que "El Comercio" tuviera más cordialidad y más franqueza. Angulo cordial más abierto. Habría querido, por ejemplo, que el día en que asesinaron a Antonio Miró Quesada y a la señora María Laos, no saliese la edición de la tarde, con su Tarzán, con sus avisos judiciales y con otras quisicosas frívolas. Habría querido que, en ese día luctuoso, rompiese su implacable regularidad y que, en el porvenir, pudiera decirse: -El día en que asesinaron a Antonio Miró Quesada y a la señora María Laos, su mujer, "El Comercio" no dio edición de la tarde.

Sería imperdonable que yo dijese que hablo como amigo; pero sería estrafalario y de mal gusto que digiera que hablo como enemigo. Tampoco me atrevo a decir que hablo como colega. ¿Quién soy yo para llamarme colega del señor doctor don Antonio Miró Quesada, ex presidente del Senado y, por tanto, ex senador; ex presi-dente de la Cámara de Diputados; ex ministro plenipotenciario y ex director de vastos movimientos políticos? Yo soy un franco tirador del periodismo. Camino por mi cuenta y no me acompañan sino algunos hombres de pluma clara y corazón transido.

Quiso el destino que yo fuese enemigo de "El Comercio". No puedo eludir esta positiva condición espiritual. Pero quiso, también, que, a despecho de todo y de todos, fuese periodista y me hallase en la obligación de vivir como tal. Hablaré, pues, desde mi trinchera solitaria, como periodista.

Literariamente, desciendo de González Prada y he heredado sus animadversiones y sus simpatías. Por fortuna, no he heredado su intolerancia. Y, así, puedo decir que Antonio Miró Quesada me pareció un hombre eminente. No gustó ni de lo convencional ni de lo indelicado. Por eso, no lo llamaré egregio, ilustre, magno, ínclito. Digo, Antonio Miró Quesada fue un hombre eminente. Y lo digo con la tímida y sincera emoción con que un jefe de regimiento, de los ejércitos de Wellington, podía decir, hablando de Napoleón: Es un magnífico guerrero.

Siempre he odiado el crimen. Mi vida se ha fundado en la palabra. Mis combates han sido verbales. Con la pluma -y nada más que con la pluma- combatí a "El Comercio". Casi siempre lo hice un poco risueñamente, sin amargura y sin encono. Para mí, la aplicación legal de la pena de muerte equivale a un asesinato. Afirmo que la vida humana sólo está en manos de Dios, del destino o de los Dioses. Jamás en manos de los hombres. Y si esto opino de la muerte, legalmente aplicada como pena, fácil es deducir lo que opinaré del asesinato. Para mí, el asesinato de Antonio Miró Quesada y el de Manuel Pardo son los actos más cobardes, más salvajes, más infames que hay en la historia del Perú.

Antonio Miró Quesada habíase esforzado siempre en servir a su país. A juicio de sus adversarios no acertó siempre. Pero no nos olvidemos de que se trata del juicio de sus adversarios. Quién sabe quién tiene la razón. Lo cierto es que dedicó su vida al servicio de su país. Acaso le faltaron romanticismo y heroísmo; pero su muerte viene a probamos que no cuidaba de su persona y que puso su obra y su vida en las manos ineluctables del sino.

No era, Antonio Miró Quesada, un periodista. Era un diplomático y un político. Inteligente y culto supo estar al frente de la dirección de "El Comercio", cuando razones familiares lo obligaron a ello. Pero no era un periodista. La pasión de su vida fue la política. Como político, dirigió el periódico de los poderosos. Cuando tuvo, político al fin, la sensación de que Leguía se quedaba en el poder por largo tiempo, tomó la actitud política de callar. Cuando cayó Leguía, se puso al frente de la política. "El Comercio" es el puntal de los Dieciséis Meses. Esto me separó definitiva y absolutamente del decano.

Pero yo, que repruebo el fusilamiento de los Ocho Marineros, que condeno el crimen del Hipódromo y que, a través de largas horas de ciego apasionamiento, he conseguido algunos instantes de transparente serenidad; yo no puedo quedarme callado cuando veo que Antonio Miró Quesada cae asesinado.

Para comprender el horror del Apra, basta enunciar estos tres hechos: El Apra, existe, políticamente, en el Perú, desde 1931. Cuatro años y meses. Y bien: durante período tan corto, se han consumado tres atentados políticos: el de Miraflores, el del Hipódromo y el de la Plaza San Martín y hemos visto tres cadáveres. Esto es suficiente para demostrar que se trata de una banda de asesinos, de un clan de delincuentes, de una turba de energúmenos. Jamás había ocurrido algo semejante en el Perú.

En el caso de Antonio Miró Quesada, el crimen asume proporciones desconocidas. El asesino es un niño y cae victimada una mujer. El niño, asesino de la mujer, es la última palabra en materia de delincuencia. A los 19 años, aún queda en la boca sabor de leche materna; aún pensamos en la mamá -más que en la madre y la mujer- y pese a cualquier precocidad sexual, nos inspira un respeto parecido al que sentimos por nuestra madre, por aquella mujer de corazón humilde y acogedizo, por aquella mujer que se asusta cuando tenemos fiebre. Para el hombre que mata a una mujer, hay una palabra: monstruo. Para el niño que mata a una mujer, no hay palabra alguna.

Se encoge el corazón y el cerebro se enfría cuando reconstruimos la escena de la Plaza San Martín. Un matrimonio -dos personas honradas- se dirige a almorzar a su lugar predilecto. El asesino, un niño, avanza, sigiloso, envalentonado por el miedo mismo, y, a espaldas de la pareja, dispara contra el esposo y lo hiere en la nuca. El herido cae fulminado. Cae ya muerto. La esposa, entonces, le da cara al asesino y, con inocente y valeroso gesto femenino, lo ataca con su bolsa y, en vez de huir o de gritar, se le enfrenta. Cualquier hombre, ante la belleza física y moral de esa actitud habría bajado el arma. Quizá le habría pedido perdón a esa mujer tan resuelta, tan fiel, tan abnegada. Tan mujer. El asesino aprista, no sólo no sintió la varonil necesidad sentimental de arrodillarse ante aquella esposa de tan sombría y hermosa bravura, sino que disparó contra ella y la victimó también.

¿Qué nos importa que la señora doña María Laos de Miró Quesada fuese, como era, una gran dama? Su fortuna, su opulenta situación, su linaje, nada importa. Importa su magnífica actitud de la que siempre podrán enorgullecerse las madres y las esposas del Perú. Sólo un aprista es capaz de permanecer impasible ante la arrogancia elegantísima de una mujer que se juega la vida por su esposo. Nunca las mujeres les importaron a los apristas.

El crimen de la Plaza San Martín no sólo carece de atenuantes sino que ya no tiene agravantes. Es el crimen electrolítico, el crimen puro, el crimen parnasiano. Está más allá de la sensibilidad y de la conciencia. Nada lo atenúa. Nada lo agrava. Es tan horrendo, tan pavoroso, tan escalofriante, que ni siquiera existe la posibilidad moral y jurídica de que el asesino tenga abogado defensor. Aunque extrememos el concepto de defensa, no hay defensa para el asesinato perpetrado en la Plaza San Martín.

Dentro de su horror y de su injusticia, la muerte de Antonio Miró Quesada tiene una doliente y encantadora poesía. Muere al Iado de su mujer, que por él se sacrifica. Unidos en la vida, entran juntos a la muerte. Ella, la compañera, acaso sabía muy poco de política y temblaba siempre ante las peripecias del esposo. Madre de numerosos hijos, ignoraba todo lo que la política tiene de terrible. Su vida, al lado de su marido, pasó apacible como un regato. Pero en la hora del tránsito, supo ser fiel, con fidelidad de apoteosis, al juramento de amor que prestó en su juventud.

Antonio Miró Quesada no era un hombre popular. No estaba en su carácter ni en sus inclinaciones cultivar a la multitud. Era hombre de gabinete. Era gran figura en el mundo oficial y en el gran mundo. Y, sin embargo, en su entierro ha estado presente el pueblo. A él, que no era un caudillo, sino un sutil y avisado consejero, que gustaba de ser superior de los Jesuitas más que de ser Papa, lo han acompañado cuando sus restos iban al seno de la tierra, innumerables gentes que no lo conocían. Muchos de los que fuimos sus detractores nos situamos, al paso del cortejo funerario, para saludar, dolidos, al ataúd donde iban los restos del político, y, doblemente dolidos, a la carroza donde dormían los despojos de aquella mujer que, si fue gran dama en su vida, fue dama de damas en la muerte, heroína ejemplar, digna del luminoso camino de los cielos.

En cuanto al Apra, todos sabemos que es una banda de fascinerosos; todos afirmamos que es una horda de forajidos. "El Comercio" lo ha dicho con larga y empecinada insistencia. Pero nadie sabe qué es lo que hay que hacer frente al Apra. Se habla de las derechas. Pero reconozcamos que si el Apra es locura y crimen, las derechas son torpeza, parasitismo, pereza mental, incapacidad. Tiene cien presidenciables. El Apra tiene uno. Carece de dinamismo y de organización. El Apra es fanática y organizada hasta el crimen. Lo estamos viendo. Cuando Antonio Miró Quesada atacó al Apra, estuvo en lo cierto y tuvo exacta y prolongada visión de estadista; pero cuando defendió el régimen de los Dieciséis Meses y los grupos nacidos a su amparo, se equivocó. Y se equivocó como se equivocan los hombres de elevada inteligencia: bien y a fondo.

Lo que necesitamos en el Perú es la supresión del jacobinismo, venga de donde venga. No se nos ocurre la ñoñez de hablar de un centrismo que no está dentro de la sensibilidad del mundo actual. Pero sí queremos hablar de un partido de derecha, firme, conexo, articulado, con enhiesta y robusta columna vertebral capaz de soportar punciones. Tal es el problema que nos plantea el asesinato de Antonio Miró Quesada.

Ante el cadáver de Antonio Miró Quesada, víctima inocente del odio, de la estupidez y de la demencia, sería injusto o zafio dedicarse al ditirambo y al plañido sentimental. Si él murió como un hombre, con muerte de gran político, víctima de sus ideas y de su conducta, merece que todos pensemos como hombres y que, si llega el caso también nos preparemos a morir. Miró Quesada, asesinado es una dura lección para las derechas fofas y lánguidas. Hay que organizarse férreamente, duramente, inexorablemente. Si es verdad que las derechas detestan el crimen, no respondan con el crimen. Crean en la ley, busquen el amparo de la justicia. El cadáver de Miró Quesada es el fruto del crimen. Antes que llorarlo infantilmente démosle majestad a la ley, imaginemos instituciones arrogantes y seguras, sepamos luchar. Las derechas están enfrascadas en una aniñada jugarreta presidencial. Y eso no debe ser.

Si, en vida, Antonio Miró Quesada fue, por su situación y por su talento, uno de nuestros primeros políticos, uno de nuestros mejores diplomáticos y el más visible de nuestros periodistas, que su recuerdo sirva para cohesionarnos. El mejor homenaje que podemos rendir a su memoria es lograr la extinción del Apra. Pero no la extinción mediante el crimen, que tanto condenamos, sino la extinción mediante la inteligencia y la imaginación. Antonio Miró Quesada supo, como todos los grandes políticos, que en la política, como en el arte y como en la ciencia, la imaginación es la musa primaria y el hada madrina.

Si algo puedo decir como periodista, afirmo que la muerte de Antonio Miró Quesada debe ser para todos los que ejercemos este castigado oficio, un doloroso orgullo. Debe enseñamos el amor a la justicia y el horror al delito. Debe persuadimos de que la inteligencia vale más que las pasiones y que los tontos y los atrabiliarios son indignos de subsistir.

Antonio Miró Quesada, que fue un hombre de bien y que nunca manejó el insulto, sírvanos para que, en el periodismo peruano, el insulto quede cancelado y proscrito el denuesto.

Comprendemos el dolor de quienes quedan al frente de "El Comercio", pero les pedimos serenidad y visión política. El asesinato del que fue director de "El Comercio" plantea problemas tan enrevesados y de tan agitada solución, que solamente un espíritu lúcido y tranquilo puede abordarlos.

El Gobierno, a quien han acusado de infames ambiciones y sórdidos intereses y apetitos, se ha puesto a la altura de la situación y le ha rendido a Antonio Miró Quesada merecidos homenajes. El Gobierno nos ha probado que sabe interpretar las más recónditas urgencias nacionales. El Gobierno es el primer herido con la muerte de Antonio Miró Quesada.

No hay enemistad política o personal que valgan. No hay discrepancia que justifique. Ha llegado la hora de concluir con el Apra y con el crimen.

Para satisfacción de justas necesidades sentimentales, que a todos nos dominan, pensemos en colocar los restos de quienes fueron en vida Antonio Miró Quesada y María Laos de Miró Quesada, bajo un mausoleo que tenga majestad cívica y gracia heroica. Un mausoleo en el cual la ternura femenina ungida de arrojo troyano, preste decoro y encanto a la firmeza hombruna


F.M


Archivo Revista Oiga – Colección Cascabel

Cascabel - Asesinato de los esposos Antonio Miro Quesada de la Guerra y Maria Laos de Miro Quesada - 18/05/1936



Sin sentimientos afectivos, irreflexivo, sugestionable, insolente, holgazán y atrabiliario, Carlos Steer Lafon, asesino de los señores Miro Quesada, ES LA VIVA encarnación del APRA.

Manifestaciones elocuentes de un estado psicológico monstruoso - Acumulación de imágenes de personajes prominentes del Perú, que obsesionan al asesino

TODO LO QUE PODRIA REVELAR LA HISTORIA CLINICA DEL JEFE DEL APRA Y SUS SECUASES

ESTAMOS FRENTE A UN GRAVISIMO PELIGRO


Archivo Revista Oiga – Colección Cascabel

Cascabel - 23/11/1935


MI ASESINATO


Fue por teléfono y hablando que recibí la noticia de mi asesinato, horrible suceso que según mi comunicante, ocurrió en Chosica, en la mañana del lunes 18 de noviembre de 1935. El teléfono de mi casa y el de mi oficina sonaron ininterrumpidamente durante muchas horas. Las gentes querían saber algo acerca de mi cadáver. Se que algunos teléfonos policiales y ciertos teléfonos gubernativos también trabajaron bastante ese día. Dada la modestia de mi persona y el prosaísmo de nuestra edad, ya estoy en condiciones de no envidiar los funerales de Carlos V.


Creo, como enseña el viejo Homero, que la muerte nos viene de los dioses. Se que, cuando deba de llegarme, me llegara. Lo único que deseo es que no suceda por la vía infame de manos de defraudador o de bala de asesino. No temo ser asesinado, porque nada he hecho en mi vida que merezca el asesinato. Los hombres mueren como viven.


Nada autorizaba la noticia de mi asesinato. Yo no había tenido ningún disgusto personal ni había sido victima de ningún ataque frustrado. El rumor carecía de motivos razonables. Y, sin embargo, corrió por todo Lima. Esto revela que padecemos una grave alteración de la conciencia. Suponer que el resultado de un debate político, de una polémica periodística y de un litigio judicial deba ser, necesariamente, la muerte, por asesinato, de la parte que más violentas y dolorosas verdades formulo –en este caso, de la única parte que dijo verdades– es suponer que hemos vuelto a la caverna y que la tribuna, la prensa, y el juzgado carecen de importancia y de necesidad. Este grave mal es obra de los dieciséis meses y del Apra. El atentado contra Sánchez Cerro, en Miraflores, y el horrible suceso de San Lorenzo, son el principio de nuestro retroceso moral. No recordemos el resto. Trujillo, Cajamarca, la Plaza del Hipódromo, el cura masacrado en Huancavelica, el doble crimen de la Plaza San Martin. Pavoroso historial, tremendo drama. Actores y personajes, son, siempre, o apristas o sanchistas.


Por eso, nos hemos acostumbrado a que el asesinato sea el final obligado de toda la discrepancia. Esa es la obra de los Flores y de los Melgar, de los Diez Canseco y de los Steer. De tal modo resulta explicable que la gente considere poco menos que ineludible mi asesinato. Pero esto demuestra que estamos viviendo un momento de salvajismo y que es preciso que todos nos empeñemos en poner fuera del orden social no solo a los asesinos sino a los que creen que el asesinato es la ultima instancia. Yo también se que quieren asesinarme o, por lo menos, darme una paliza de proporciones tales que valga por una puñalada. Solo que, en el caso de la paliza, la puñalada seria a varios días vista. Se que quieren asesinarme. Y me cuido discretamente. No me cuido con temeroso exceso, porque se que la muerte proviene de los dioses y porque no me da la gana de tener miedo de que me asesinen ni los sicarios del sanchismo ni los búfalos del Apra.


F.M



Archivo Revista Oiga – Colección Cascabel

jueves, 24 de diciembre de 2009

Oiga


Un libro y los vascos - por F. Igartua – Oiga 10/04/1963 – Pág. 8

No se si al presentar “Fedra entre los vascos” haya pecado la editorial Losada en insistir en el tema vasco. No se si esta insistencia haya encubierto las cualidades literarias del libro de Cesar Miro. No se ni mi importa. Soy vasco como el Olavarria de la novela y no puedo negar que me han conmovido parecidamente las páginas de Miro y la campaña vasquita que rodeo la presentación del ágil, pulcro y agudo relato de las costumbres y temperamento de la raza euskara hecho por el Olavarria que se escondía en Cesar Miro en su recreación del mito de Fedra. Un libro escrito con amor al país vasco y al idioma castellano, de prosa fluida, alguna veces de filigrana aunque sin caer jamás en rebuscada, en el que la trama se desarrolla con el misterioso acento que reclama el mito eterno de la endemoniada Fedra y esa raza de fuertes marinos y silenciosos montañeses que desde tiempos perdidos en la historia tienen como hogar los verdes montes que nacen a la orilla del encrespado Cantábrico. Una novela de dulce homenaje a su cuna ancestral, hecha por un vasco americano. A la cuna primigenia de millones de millones de hombres dispersos por el mundo, hijos de esa raza reservada y buena, tenaz hasta la locura, y que en silencio se ha ido derramando por los cinco continentes. Raza recia, de escaso hablar, que vive dentro de su costra dura. La raza de Aitor en los tiempos míticos, de Ignacio de Loyola ayer y de Unamuno hoy. A ella le ha cantado Cesar Miro en su novela, una novela que ha hecho que rompa yo un poco esta mi costra dura de vasco.

F. Igartua
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Primera edición

Fedra entre los vascos
César Miró
Editorial: Losada
Ilustrador: Dibujó la cubierta Baldessari
Año de Edición: 1962
Pais: Buenos Aires
Núm. de Páginas: 126

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CENTRO VASCO

El café vasco que la Editorial Lozada abrió y cerro el día de la presentación del libro de Cesar Miro, “Fedra entre los vascos”, sirvió, entre otras cosas, para que se reunieran en él un grupo de vascos residentes en Lima y decidieran organizar un Centro Vasco. Los hay en todas las capitales de América menos en Lima, se dijeron, y de inmediato comenzaron a hacer las listas. Veremos si se hace honor a la tenacidad vascuence.

lunes, 30 de noviembre de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL "LOS CUADERNOS DEL PAJARILLO VERDE" – Oiga 14/01/1994


FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL "LOS CUADERNOS DEL PAJARILLO VERDE" – Oiga 14/01/1994

CON la ley que cortó el juicio civil a los asesinos de La Cantuta y los trasladó a la justicia castrense -con el propósito de dejar libres a los autores intelectuales del crimen-, se ha puesto fin al precario orden legal que existía en el Perú. La cúpula militar ha notificado al país que es la Fuerza Armada la que manda, que los llamados poderes del Estado son simples ejecutores de sus órdenes. De esa ley en adelante, ya nada ni nadie estará tranquilo en el Perú. La seguridad jurídica ha muerto. Mañana es posible cualquier cosa. Por ejemplo, si los miembros del misterioso Consejo Estratégico del Estado -el verdadero poder en el Perú- decidieran que el servicio bancario nacional, a pesar de todos los privilegios que le han sido concedidos, no le es útil a sus planes económicos, les bastará ordenar a cualquiera de los agentes del SIN infiltrados en el CCD que presente un proyecto de ley trasladando ese servicio a la banca extranjera. No habrá norma constitucional ni consideración alguna que impida que ese proyecto se haga ley y se ejecute, sin dudas ni murmuraciones, y sin que se inquiete un solo ministro, como ha ocurrido con la Ley Cantuta. La digna actitud de Alfonso Bustamante -renunciando al premierato- ha quedado como solitaria excepción, en cuanto a los hombres que rodean a Fujimori, y también como demostración de que las reservas morales del Perú no se han agotado; queda como prueba de que mientras haya tradiciones familiares a seguir, mientras se mantenga activa la conciencia cívica y el sentido del deber ético, siempre habrá enmienda para los errores que se puedan haber cometido. Con caballeros como Bustamante, aunque se queden solos a la hora de la renuncia, el Perú no está perdido.

El arriba descrito es el orden que impera hoy en el Perú. Es el orden de la arbitrariedad militar, reemplazante del orden caprichoso y personal que nos impuso Alan García y que -mientras no tocó a los bancos- tantos aplausos cosechó entre los mismos que hoy festejan a Fujimori, desconociendo la verdadera estructura del poder real en el actual régimen, así como ayer no quisieron advertir el carácter díscolo del joven presidente.

¿Cuál es esa estructura?... Hace muchos meses OIGA publicó el contenido de unos cuadernos que un 'pajarillo verde' puso en mis manos. Y, como en muchas otras oportunidades -¿recuerdan las predicciones de 1985 sobre Alan García, publicadas en esta misma columna?- poco o ningún caso se hizo a las "exageraciones de la revista de los lunes". Como si la simple transcripción de un documento, comprobadamente de origen castrense, podía ser una exageración de propia cosecha. Pero ahora, después del desaguisado de la 'Ley Cantuta', esos cuadernos del 'pajarillo verde' comienzan a inquietar a muchos que hasta hace poco se sentían tranquilos, adormilados con la imagen del 'chino' que todo lo domina y todo lo controla a favor de los sagrados intereses privados.

En esos documentos del 'pajarillo verde' se relata paso a paso una conspiración militar que se inició mucho antes de octubre de 1989 -fecha de la entrega del programa elaborado por la logia de los conspiradores- y que luego ha ido variando, aunque no de orientación ni de lineamientos generales, hasta llegar a las declaraciones que, hace pocos días, un alto jefe militar en actividad confió a la agencia de noticias ANSA: "La Fuerza Armada no puede mantenerse al margen de los problemas nacionales -dice el alto mando citado por ANSA-, no se nos puede negar nuestro derecho, como pueblo uniformado, a luchar por el desarrollo nacional dentro de una estrategia integral que tiene un solo objetivo: el bienestar general de los ciudadanos ... Somos una fuerza pensante y comprometida con el desarrollo económico y social: Ahora hemos asumido el rol de coadyuvar el desarrollo nacional de una manera intensa y sostenida, basándonos en planes que son producto de muchos años de visualización y experiencia 'directa, así como de interpretación correcta -de los problemas que afronta el Perú y que siempre se han mantenido en los inventarios políticos electoreros, sin alcanzar soluciones concretas".

Ellos, los uniformados, los dueños de la verdad. La misma ceguera, el mismo error de siempre. El mismo lenguaje de la revolución militar del año 68 y de los cuadernos del 'pajarillo verde', con la única variante de que el 68 alzaba la bandera socialista y hoy alza la bandera liberal. Es siempre, en el meollo del tema, el Ejército que se siente predestinado a salvar al Perú. Es una historia incesante, continuada, con avances y repliegues, que en los cuadernos de 'pajarillo verde' describen la necesidad de dar un golpe militar contra el gobierno de Alan García, por considerar, con no poca razón, que el irresponsable y locuaz líder aprista nos llevaba al desastre nacional. Pero esos planes se detienen cuando las evaluaciones de Inteligencia aseguran que el vencedor de las elecciones próximas será Mario Vargas Llosa, en quien confían los militares como corrector del rumbo seguido por Alan García. Más, cuando el comando de la conspiración advierte que el triunfo corresponderá al desconocido Fujimori, con un programa apenas diseñado y sin orientación precisa, de nuevo se comienzan a barajar los 'escenarios' para el golpe. Sin embargo, pequeños tropiezos demoran el pronunciamiento y, de pronto los conspiradores se festejan por la demora. Consideran que el presidente electo. Alberto Fujimori, puede ser la cabeza del Movimiento. Rápidamente entran e acción los enlaces y Fujimori acepta cobijarse bajo el ala militar, que le impone como condición hacer un gobierno de "democracia dirigida con economía de mercado". Algo sorprendente e inusitado si se recuerdan las veleidades socialistas de la revolución militar del 68.

Esta es, en grandes trazos, la historia que relatan los cuadernos del 'pajarillo verde'. Y el plan de gobierno que en ellos se esboza es, hasta en detalles, el programa que se ha venido desarrollando -con variaciones impuestas por las circunstancias- durante el régimen que algunos llaman fujimorista. En él no hay mayores misterios ni secretos, sí la comprobación plena de que la imaginación y la originalidad de Fujimori no existen, son pura ilusión. En los cuadernos -en el verde para ser precisos- está planteado desde el desarme militar hasta la siembra de auquénidos por todo el Ande y desde la restricción a la gratuidad de la enseñanza hasta el arreglo de las fronteras norte y sur, abriéndonos a una alianza con Brasil, Bolivia y Paraguay. En la mira militar está un corredor del Pacífico al Atlántico. Planteamiento que podría ser muy grato a Japón y que, hace algunos años, los militares lo rechazaban airados, igual que la economía de mercado. ¡Cambios de los tiempos y de la moda!

Tampoco hay demasiado misterio en las recientes declaraciones del alto jefe militar a ANSA. El que "grandes unidades militares de las tres armas estén comprometidas en la ejecución de la guerra contra la pobreza" no hace otra cosa que comprobar que los militares ingresarán con todo a respaldar la reelección de Fujimori, su candidato. Y el que la guerra contra la pobreza sea una cruzada encomiable, en la que el país entero debe comprometer todas sus energías, no oculta el engaño que se está montando: hacer de ella el principal agente de propaganda para la reelección del mascarón de proa de la cúpula militar.

domingo, 29 de noviembre de 2009

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL “DOS HECHOS QUE NOS ESTREMECEN DE ESPANTO” – Oiga 12/08/1993


FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL “Dos hechos que nos estremecen de espanto” – Oiga 12/08/1993

Dos suceso casi simultáneos, uno ya conocido por la opinión publica y el otro divulgado hoy en esta edición de OIGA, nos muestran el lado oscuro, el lado que se quiere mantener oculto, del régimen autoritario, con barniz democrático, que gobierna al país. Me refiero al descubrimiento de fosas clandestinas, con restos humanos calcinados, logrado por la revista SI, y a las revelaciones que, sobre la probable estructura real del actual régimen, puso en manos de OIGA un pajarito verde.

Esas tumbas de Cieneguilla, malolientes, escondidas a la vera de un camino de basura transitado por la miseria, pueda que no haya guardado los restos de los desaparecidos de La Cantuta, tal como lo creen muchos y lo propaga el rumor general. Pero allí si se escondieron huesos humanos calcinados y es posible que en esos muladares reposen otros muchos crímenes, de aquellos que seria demasiado difícil imputárselos al hampa y bastante improbable que sean obra de lo terroristas -los mas crueles genocidas de nuestra no tan amable historia patria-, por estar ubicada allí, muy cerca, una base militar de vigilancia. Esos huesos humanos calcinados, con un llavero de recuerdo entre ellos y el increíble desinterés de las autoridades gubernamentales por custodiar las tumbas, son testimonio de los tiempos que nos ha tocado vivir. Pueden ser cadáveres de senderistas quemados por sus propios compañeros para que nadie los pueda identificar, puede ser cierto el rumor de que serian restos de los desaparecidos de La Cantuta. O de otros desaparecidos, añado, pensando en los textos que hoy publica OIGA, preparados por un secreto "Equipo de Trabajo" y por el Servicio de Inteligencia, para un pronunciamiento militar que debió producirse en 1990, que se inicio el 28 de julio de ese año y se consolido con el golpe militar del 5 de abril de 1992.

Se trata de dos hechos secretos, secretísimos, y que, por lo tanto, no dejan huella evidente. No tienen firmas ni sellos. No hay declaratorias de defunción. Tampoco existen pruebas testimoniales comprobables. Hay, en un caso, el dato preciso, con mapa, de un anónimo elemento de Contrainteligencia o de la propia Inteligencia que ha querido liberar su conciencia o enredar los hechos. Pero los muertos están, son ciertos, son huellas de métodos que horrorizan, que hace se nos escarapele la piel y conducen al otro caso, a los documentos publicados hoy en esta revista, en el que las pruebas no están en firmas y sellos sino en la credibilidad, en la seriedad del pajarillo verde que deposito los textos en mis manos y en que esos textos casan, calzan, se machihembran a la perfección con los hechos públicos y semipúblicos que van ocurriendo al mismo tiempo de lo escrito. Cada comentario tiene su correspondiente comprobación en un suceso notorio. Bueno, no todos, como, por ejemplo, el juicio escrito sobre la necesidad de exterminar al "excedente poblacional nocivo, irrecuperable, como son los terroristas, vendedores de pasta básica, agitadores y demás traidores a la patria".

Se trata de documentos que revelan el carácter del régimen que preparaba, desde mediados de 1989, una logia militar con orden del Comando. Régimen que, a ultimo momento, fue negociado con el presidente electo, Alberto Fujimori, porque este venia a resultar el mas aparente cabecilla para la "Democracia Dirigida, civil-militar" diseñada en los círculos castrenses.

En los textos se hallan opiniones absolutamente ciertas sobre la realidad peruana -mas que certeras en el análisis de la responsabilidad de Alan García- y es imposible quitarles la razón a muchos de los argumentos allí expuestos sobre la difícil gobernabilidad del Perú y la necesidad de contar con metas estratégicas nacionales de largo plazo. Se puede decir que a su lectura brotan verdades de a puño, aunque la mayoría de estos puñetazos sean mas del agrado de la sensibilidad política de las llamadas derechas, que de otros sectores con mayores inquietudes sociales y populares. Hay, sin embargo, aspectos siniestros que a ningún demócrata, a ninguna persona con cierto refinamiento humano, pueda dejar de espantar. Se trata de un proyecto mesiánico, de orientación totalitaria, que nada tiene de democrático por mas titulo de "Democracia Dirigida" que se haya puesto.

En los lineamientos del plan, trazados en octubre de 1989, y en Anexos posteriores a esa fecha, están insertos los planeamientos que, como grandes novedades, viene, repitiendo Fujimori: Libre comercio, "reinsertación ", pena de muerte, pacificación, reforma educativa, acuerdo en las fronteras (entendiendo que "el aspecto territorial ha sido ya rebasado"), necesaria continuidad en el mando (reeleccion), etc. Pero hay puntualizaciones muy reveladoras del nefasto mesianismo que inspira al proyecto en general, hasta ahora mantenido en el mismo misterio, y que apenas se dejan entrever en algunas de las bruscas declaraciones de Fujimori; como cuando, por ejemplo, se ufana de tener el mejor Servicio de Inteligencia de América Latina. En los textos conspirativos se da, justamente, mayor importancia a lo que llaman "Sistema de Control, Seguridad y Propaganda" y que en esas mismas paginas se especifica que "si, definitivamente, el Sistema es el equivalente a una Gestapo". El carácter antidemocrático del proyecto aparece por todos lados. Desde la "relación" que se seguirá con la prensa ("El objetivo mínimo consiste en conseguir la autocensura, dejando entrever nuestra decisión de ir hasta las ultimas consecuencias"), hasta el modelo secreto del gobierno a montarse, muy explicativo de por que en el régimen fujimorista tiene tan poca importancia el Consejo de Ministros. En el esquema del proyecto esta explicado que la conducción de la política estratégica nacional a largo plazo corresponde a un "Consejo Estratégico de Estado" (CEE), "delegando el protagonismo, los aspectos diplomáticos y sociales y los problemas de corto plazo a los distintos encargados de los portafolios ministeriales". El CEE será un misterio y no tendrá por que asistir a los Consejos de Ministros, "quedando con las manos libres, fuera del ángulo visual del enemigo, para impulsar al país y hacer frente a las necesidades de la guerra". El servicio de cámaras ya instalado, en la época de Alan García, en la Sala del Consejo de Ministros, le servirá al CEE para seguir de cerca por video las sesiones que crea necesario supervisar. Y siguen las perlas. Todas con desagradables evocaciones de equívocos salvadores de sus patrias, de trágicos devaneos autoritarios. De desastres que tuvieron auroras deslumbrantes.

Esta funcionando el actual régimen bajo el esquema trazado en los documentos que hoy comienza a publicar OIGA?... Por desgracia hay demasiados indicios de que es así. ¡Pobre Perú! Vamos de mal para peor, porque nunca, por ciertos y grandes que sean los males que es necesario superar, han sido buenas las soluciones mesiánicas, totalitarias, autocráticas. Siempre, a la corta o a la larga, las lágrimas borraran los aciertos que pudiera haber tenido el despotismo.

PRIMICIA EXCEPCIONAL - HISTORIA DE UNA TRAICION - Oiga 12/07/1993


Historia de una traición - 12 de julio de 1993

PRIMICIA EXCEPCIONAL

HISTORIA
DE UNA
TRAICION

MUCHOS MISTERIOS
QUEDARAN
REVELADOS
AL CONOCERSE EL
PLAN MILITAR QUE SE
CONSOLIDO EL 5-IV-92


Para muchos fue una gran sorpresa la aparición de los carros armados en las calles de Lima el 5 de abril de 1992, mientras el presidente constitucional, Alberto Fujimori, anunciaba por televisión y radio la clausura del Parlamento y del Poder Judicial, el control de las comunicaciones y la prensa, etcétera. Solo unos pocos, entre ellos OIGA, venían observando que el régimen perseguía este desenlace desde tiempo atrás y en estas páginas hasta nos adelantamos a la noticia oficial del golpe militar. Sin embargo, nadie -fuera de los círculos castrenses- sospecho que el pronunciamiento militar del 5 de abril tenía un inicio muy lejano: octubre de 1989, cuando el señor Fujimori no había siquiera aparecido en el panorama político nacional. En esa lejana fecha, un "equipo de trabajo" cumpliendo el "misionamiento (sic) ordenado por el comando", culminaba su tarea con un documento que así explicaba los objetivos revolucionarios en la introducción.

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EN OCTUBRE DE 1989 estaban en el alto mando militar los generales Alejandro Antunez de Mayolo y Jorge Zegarra. Nos ha sido imposible saber quien ordeno el plan.

“CUCHARITA” DIAZ contaba con la asesoría de Vladimiro Montesinos en el Servicio de Inteligencia Nacional. Serian los autores de las “Apreciaciones” del SIN.


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Introducción

El presente Plan de Gobierno ha sido preparado por el equipo de trabajo dentro de una perspectiva de Estado Mayor, en el marco de un proyecto nacional necesario para llevar al país al siglo XXI con opción de alcanzar un nivel de país desarrollado.

En su elaboración a sido lamentable constatar el alto grado de desarticulación en el que se encuentra el país, a raíz de la experiencia aprosubersiva.

Ha resultado penoso reconocer y aceptar la gravedad de los males que nos aquejan, hubiéramos querido arribar a conclusiones diferentes sobre las soluciones a los problemas estratégicos del Estado, sin embargo, la evidencia es de tal magnitud que hace imposible soslayar la realidad.

El esfuerzo realizado ha estado ajeno a "ideologismos", hemos mantenido un espíritu pragmático al abordar los distintos temas tratados teniendo siempre presente solo los intereses de la patria.

El equipo de trabajo cumple con el misionamiento ordenado por el comando y agradece la confianza y asume la responsabilidad entregada.


Viva el Perú

Octubre 1989


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Luego de esta breve introducción que no lleva firma alguna -tampoco la lleva el resto de la documentación- el equipo de trabajo hace un análisis objetivo de la realidad peruana, aunque falto de matices y, en partes, algo prejuiciado e inexacto, para terminar presentando el programa de gobierno que se le había encomendado bosquejar.

Junto a este documento ha llegado a nuestras manos las "apreciaciones" que el Servicio de Inteligencia va haciendo desde el 20 de febrero del 90 al 19 de junio de ese año, sobre las variaciones políticas que se van presentando y los cálculos realizados sobre la conveniencia o no de poner en marcha la captura del poder y la instalación del gobierno civil-militar diseñado por el equipo de trabajo, gobierno al que se comienza a llamar de Reconstrucción Nacional y que no oculta la orientación mesiánica y totalitaria de sus autores de la que Fujimori se ha hecho o, para mejor decir, lo han hecho abanderado.

En las "evaluaciones" al 13 de junio de 1990 se puntualiza: "El golpe electoral del 8 de abril de1990 ha quedado consolidado con los resultados del 10 de junio", "continua el proceso de descomposición del Fredemo"..."el liderazgo de las FFAA está definido".

Y en los "análisis" se señala: "El modelo de representación política vigente en el país se ha mostrado incapaz de proyectar al Perú"... "No existirá la posibilidad de acceder al periodo de atracción sostenida de capitales mientras el país no sea pacificado y se termine con la suerte de 'lotería política' que impide el planeamiento de largo plazo"... "No podemos esperar nada seguro de Cambio 90 y la patria no está para mas experimentos económicos"...

La desconfianza militar en el programa económico de Fujimori es total y una de las conclusiones del "escenario N° 3", después de apuntar que todo está "listo", es la siguiente: "Hoy podemos reorganizar bajo nuestras banderas a las fuerzas dispersas del Fredemo que son la mayoría cualitativa del país, mañana quien sabe"... "Si no tomamos una decisión rápida y preventiva, correremos el riesgo (de) que cuando tomemos el gobierno solo nos quedara pasar 'de los Reductos a Julcamarca' y jugarnos el destino en una tempestad".

Por último, el 19 de junio, en la Hoja de coordinación final, se fija que la fecha del día D (se supone la del golpe) será el 27 de julio de1990... Y, ¡Oh!, ¡sorpresa! En estas últimas páginas se añade bajo el subtitulo Secuencia del día D: "Negociación y acuerdo con Fujimori. Bases de negociación: concepto de Democracia dirigida y Economía de Mercado"... "De no arribarse a un acuerdo con Fujimori nos moveremos en el escenario N° 2". Y así se plantea el escenario N° 2: "Comunicado N° 2, Contenido: Haciendo conocer que el presidente electo no acepta la política de pacificación, moralización y solución a la crisis económica planteada por las FFAA y reconoce no estar preparado para la conducción del país... lo ha dejado y entregado a las FFAA la responsabilidad del Estado". El documento concluye con "Nota: todos estos eventos deben producirse entre el día D, hora H mas 24 horas".

Con estas rápidas citas es fácil entender como fue evolucionando el pronunciamiento militar hacia Fujimori y explica porque este dejo en la estacada, pronto y sin explicación alguna, a sus asesores económicos y se paso instantáneamente a la "Economía de Mercado". También aclara como pudo ser posible que Fujimori eliminara, sin correr sin ningún contratiempo, a los altos mandos de las FFAA el mismo día que asumió la presidencia, después de jurar, "ante Dios y estos Santos Evangelios", cumplir y hacer respetar la Constitución que acababa de comprometerse con el Ejercito a violar y destruir.

El golpe del 5 de abril de 1992 no fue, pues, una decisión desesperada de un presidente que se sentía impotente para gobernar, porque el Parlamento obstaculizaba sus planes y el Poder Judicial no le permitía moralizar. Los pretextos esgrimidos por Fujimori ese día eran falsos. Nunca antes un Parlamento había otorgado con más amplitud y facilidades poderes extraordinarios al ejecutivo, sobre todo en el terreno de la lucha antisubversiva, y hasta ahora Fujimori no ha detenido, no ha puesto entre rejas a un solo corrupto, ni a un solo narcotraficante, prueba de que el afán moralizador no fue ni es real. Ese día -5 de abril de 1992- se ejecuto el mismo plan de captura del poder diseñado por los militares en octubre de 1989: neutralización de AG y AM (Alan García y Agustín Mantilla), toma del Congreso, control de la prensa, etc. Los objetivos de entonces son los que ahora se están cumpliendo: Democracia dirigida, o sea autocracia, para que sea posible -según los golpistas- la economía de mercado al estilo de Chile. Como siempre falta de imaginación y proclividad al calco y al calco más cercano a la vista, sin perspectiva y sin análisis de la diversidad de realidades. En todo el 'estudio' no hay dos líneas dedicadas a 'apreciar' el ejemplo colombiano, más exitoso que el chileno en el terreno económico y sin quebrantamientos del orden democrático. Si se dedican muchos párrafos a Taiwán y a los otros tigres asiáticos. Ejemplos todos de países con gobiernos autocráticos y, quien sabe, muy ajenos a la realidad peruana.

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Un pajarillo verde
Pero constatados los hechos que explican las razones de fondo del golpe del 5 de abril y comprobados los lazos de complicidad entre el Ejército y Fujimori en la violación constitucional que mancho indeleblemente al régimen, pasemos a la descripción de los documentos que obran en nuestro poder gracias al obsequio que nos trajo un pajarito verde de alta graduación. Son pruebas de que era cierto lo que alguna vez, en una recepción diplomática, le confió a nuestro director un alto mando militar: "Hemos corregido los errores de Velasco. Tenías razón, eso del socialismo fue un disparate. Pero, ahora si el movimiento tendrá éxito. No se podía desconocer la importancia de la iniciativa privada. Será, eso sí, un proceso largo".

La intención golpista del programa de gobierno, elaborado por el equipo de trabajo y presentado en octubre de 1989, queda estampada en negro sobre blanco en el cuadernillo que va elaborando el Servicio de inteligencia Nacional a partir del 20 de febrero de 1990. El punto primero en el índice de 'Apreciación de inteligencia' lleva el título de 'Misión' y la misión es: "Evaluar los escenarios nacionales próximo-futuros para escoger el más adecuado y derrocar al gobierno civil, disolver los poderes Ejecutivo y Legislativo para que la Fuerza Armada institucionalmente asuma la conducción del Estado, con el fin de revertir la actual situación político-social-económica, cuyo deterioro amenaza destruir el sistema y las instituciones tutelares de la República".

En esa época gobernaba Alan García y el Servicio de Inteligencia estaba bajo las órdenes del general Edwin (Cucharita) Díaz, quien tenía de asesor al doctor Vladimiro Montesinos, capitán retirado del Ejército. Este asesoramiento no era muy visible, pero si decisivo.

Alan García, el desastroso presidente que las mayorías nacionales eligieron, ilusionadas por su juventud y empuje -a la corta el empuje solo fue verbal-, dormía tranquilo en Palacio, confiado en 'Cucharita' Díaz y en el comandante general del Ejercito, su amigo Artemio Palomino. Al parecer García nunca sospecho de su jefe de Inteligencia y, tampoco, ni se entero quien era el consejero del SIN. Tampoco advirtió que el jefe del Estado Mayor, general Alejandro Antúnez de Mayolo, y el general Jorge Zegarra -comandante general de 1990- tenían posición muy diferente a la de Artemio Palomino y a la corte militar de Alan García.

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domingo, 8 de noviembre de 2009

EUSKADI MUNDUAN ERAIKITZEN - CONGRESO MUNDIAL DE COLECTIVIDADES VASCAS 1999

Euskadi munduan eraikitzen
Congreso Mundial de Colectividades Vascas 1999

SUMARIO

EUSKADI MUNDUAN ERAIKITZEN - CONSTRUYENDO EUSKADI EN EL MUNDO




DECLARACION PRELIMINAR



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DECLARACION PRELIMINAR

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«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.»*

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* Texto sometido a la aprobación de la Asamblea por el Sr. D. Francisco Igartua y la delegación peruana, y que fue aprobado por unanimidad.



PROGRAMA DEL CONGRESO MUNDIAL DE COLECTIVIDADES VASCAS 1999 - pags. 1

PROGRAMA DEL CONGRESO MUNDIAL DE COLECTIVIDADES VASCAS 1999 - pags. 2

PROGRAMA DEL CONGRESO MUNDIAL DE COLECTIVIDADES VASCAS 1999 - pags. 3

PROGRAMA DEL CONGRESO MUNDIAL DE COLECTIVIDADES VASCAS 1999 - pags. 4