miércoles, 20 de abril de 2011

Oiga

El alma vasca de Paco Igartua

Por Jhon Bazán Aguilar

Francisco Igartua Rovira, periodista peruano de raíces vacas, es más conocido por su aporte fundacional al periodismo de opinión peruano –como que fundó las dos revistas medulares de la vida política del siglo 20 aún proyectándose al siglo 21: Oiga y Caretas, esta última siguiendo aún sus lineamientos editoriales-; pero su aporte a la unidad vasca no es tan conocido y merece ser también resaltado.

Igartua se reconoció vasco tempranamente, y se imbuyó en las preocupaciones de la nacionalidad lejana que le legó su padre, al punto que –ya muerto este- viajó hasta su pueblo natal, encontró a los familiares que aún vivían, y luego hizo casi un ritual del peregrinaje a Oñate, el pueblo de donde salió su progenitor en busca de su destino, y más precisamente al caserío Berotegui del barrio Goribar donde estuvo su casa paterna.

En Lima fue uno de los más activos reactivantes de la unidad vasca y de su vínculo con el gobierno vasco que luchaba por reconquistar una presencia autónoma; y fue él, precisamente, quien exhumó la verdad de la unidad vasca en América estableciendo que fue en Lima que se fundó la primera cofradía vasca de que se tenga noticia, alrededor de la Virgen de Aranzazu, propiciada por la Hermandad Vascongada.

Estuvo en dos congresos mundiales de las colectividades vascas y todas las personas con las que he conversado señalan sus aportes y su espíritu conciliador cuando surgían las discrepancias.

Josu Legarreta, quien por años tuvo a su cargo los contactos del gobierno vasco con los centros vascos de ultramar, recuerda a Igartua como un gran conversador. En un artículo inédito que ha escrito en forma de carta a Paco Igartua dice: “Pero no sólo hablábamos de Euskadi. Perú era también uno de nuestros temas preferidos. Y correspondiste más que sobradamente a mis curiosidades sobre la situación socio-política de este gran país: de sus Partidos Políticos, de los diversos Gobierno, de la situación económica, del Sendero Luminoso, de las poblaciones marginales, de los sectores indígenas, de tu vida de destierro en Chile, México y Panamá, de tus relaciones con Fidel Castro, con Vargas Llosa, etc, etc. Tu actitud de respuesta me resultó sumamente agradable e interesante. Si me permites proseguir con mi confesión de recuerdos, hablaré de todo ello, aunque en primer lugar quiero resaltar en qué medida me afectaron tus comentarios sobre las formas de vida de las poblaciones marginales”.

Y al recordar la intervención de Igartua en el Congreso Mundial de las Colectividades Vascas de 1995 dice: He vuelto a releer el texto de tu intervención. He visto en él a mi amigo Paco con su eterna actitud de renuncia al autohalago: dices que habías “sido invitado al Congreso como acompañante de la delegación del Perú”. Pero ésta no es la verdad: tú fuiste invitado por el propio Lehendakari (Presidente vasco)”

Es que así era Igartua: desprendido y abierto, preocupado por los demás, por el país, por la democracia, por la cultura y en el fondo de todo ello, preocupado también por el mundo vasco que supo apreciar porque lo llevaba en la sangre.

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