jueves, 10 de enero de 2013


ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

PRESERVAR LA DIGNIDAD EN EL PERÚ
por Leopoldo Chiappo

“Bien podrán los encantadores quitarme la ventura; pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible”.

(Don Quijote, Parte II; cap. XVII).

NADA más oportuno y realmente saludable que recordar estas palabras de Alonso Quijano, el Bueno, elevado a la dignidad noble de Don Quijote. Sí, los encantadores existen, son los embaucadores y falsificadores de la palabra, los burladores de las leyes, los encubridores y amnistiadores de criminales, los que hacen lícita la impunidad con la prepotencia del poder armado y el cinismo de su civil testaferro, monstruo poco frecuente, híbrido de demagogia y tiranía que ha aparecido en el Perú.

Cualquier lector podrá perfectamente identificar lo que digo. Me refiero a la elección sin base jurídica limpia y con trampas verbales y en desleal ventaja; me refiero a los transnochantes y obsecuentes legisladores que  aprueban la ley que interrumpe el proceso legal para entregar al encubridor fuero militar -el juicio a los militares comprometidos en la masacre de La Cantuta; me refiero, mejor dicho, denuncio a los amnistiadores de los criminales de la pollada de los Barrios Altos, a los interventores de las universidades como San Marcos; la ilustre, y La. Cantuta, Me refiero al atrevimiento de quien, desde la alta investidura que no le corresponde, llega hasta el extremo de vejar a la Iglesia Católica, ignorando la tradición milenaria de sabiduría y de arte, de civilización y grandeza, de alta espiritualidad, utilizando manidos lugares comunes como “vacas sagradas” para calificar al Vicario de Cristo y a los arzobispos, obispos y sacerdotes, personas espiritual y sacramentalmente ungidas, y se apodera del término técnico “mitos” para referirse a la religión establecida por Dios mismo. Estas son verdaderas pisotadas de rinoceronte en la casa de cristal que debiera ser por su transparencia justiciera y su dignidad el Congreso de la República. Dos mil años tiene la Iglesia Católica y ha experimentado muchas turbulencias. Este vejamen de un gobernante elegido mediante una ley que Luis Miró Quesada Garland llamara “inmoral e impugnable”, evidentemente no afecta en absoluto a la grandeza de la Iglesia Católica y a su misión espiritual en el Perú y en el mundo. Pero avergüenza, sobre todo por venir de quien se le atribuye la personificación de la Nación Peruana. Felizmente no es así. Debe ser por esto, por la insignificancia del actor ante la majestad de la Iglesia ofendida, que ésta no ha recogido el guante. Es la experiencia milenaria de una institución sagrada frente a la prepotencia de los transitorios detentadores del poder, desde Atila y Felipe IV de Francia y Enrique V de Alemania. Imagínense el insulto “chicha” de éste. Sí, considerar “mito” a una religión como la Católica es, como diría Cantinflas, “falta de ignorancia”.

Sí, digo, nada más oportuno que recordar las palabras de Quijote. Los encantadores podrán quitar la ventura, pero, dice Don Quijote, “el esfuerzo y el ánimo será imposible”. Y esto es precisamente referido al gran caballero de la dignidad periodística Francisco Igartua, en estos momentos en que los encantadores acosan, los tibios se esconden, los vivos y no caídos del palto se alinean y adulan, los “inteligentes” callan. Sí, como he leído a lo largo de los años los editoriales firmados de puño y letra de Igartua, es oportuno citar el libro del Ingenioso Hidalgo, que me parece es su libro de cabecera. Sí, es oportuno mantener el “esfuerzo y el ánimo”, en época de debilitamiento moral de nuestra patria.

La dignidad es la mayor y esencial riqueza de una persona y de un pueblo. Cuando se hace escarnio de la dignidad todo se trivializa. Se convive con la vulgaridad. Y así se alienta la corrupción y se tolera la impunidad de los delincuentes y criminales más feroces. OIGA y su líder, Francisco Igartua, desempeñan en el Perú la lucha por la preservación de la dignidad en nuestra patria. Digo nuestra utilizando la significación quechua de “ñocanchis”, que sólo somos nosotros, los peruanos que estamos angustiados por la pérdida de la dignidad y el derrumbamiento estructural y ético de las instituciones, el “ñocanchis”, el nosotros que excluye a los callados o entusiastas partidarios del envilecedor principal del Perú, haciéndose de la vista gorda de todas actuaciones cínicas de su voluntarismo político in escrupuloso.

Hay un caudal muy grande de dignidad en el Perú. Y si momentáneamente han dado resultado todos los sortilegios y mañas y trampatojos de los “embaucadores”, aprovechándose de una nación debilitada y angustiada, no ha de tardar el día en que la razón y la limpieza ética triunfen y con ello la restauración en el Perú de la dignidad en la vida política y en la institución militar. Hay que superar el pragmatismo sin valores superiores. Sí superar el voluntarismo político inescrupuloso. Entonces florecerán la educación y la cultura en nuestra patria vejada. 

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