sábado, 20 de junio de 2009




38 minutos: “Me han dado fama de ser un hombre duro, pero no lo soy. Yo trato de llevarme bien con todo el mundo. Lo que pasa es que confun­den energía de carácter con dureza. Antes de decidirme yo pienso dema­siado y sólo cuando estoy seguro de que tengo razón, ya no doy marcha atrás”.

¿Es eso karate, profesor?...

40 minutos: Había que establecer re­laciones entre su cuerpo y su alma. Preguntar si su espíritu es inversa­mente proporcional a su estatura. Cuando joven, no hubo deporte que dejara de practicar. Ciclismo, atletis­mo, fútbol, cricket, remo y tal vez ka­rate. Había que imaginarlo escuchando al profesor japonés, las enseñanzas de la doctrina Zen: “El karate no es pa­ra usarlo en nuestro propio beneficio sino en defensa de un ideal de justi­cia. Hay que ser prudente (como él) hasta donde sea posible para evitar todo motivo de fricción. Eso nos lle­va a la necesidad de mantener una norma de modestia y corrección (co­mo él) en todas las situaciones de la vida, aún en el hablar, en el comer, en el obrar. / ¿Es eso karate, profesor? /. Sí, eso, pero además, es esperar a que el adversario reflexione y desista y só­lo en última instancia que salga el ar­ma de que disponemos como cortan­do el aire”.

45 minutos: Su rostro, a veces me parece borgiano o ¿será solamente pa­ra asociarle esta frase?: Mi cuerpo pue­de sentir miedo, pero yo no. (Borges).

46 minutos: Luis Miró Quesada de la Guerra, nacido cuando la patria atra­vesaba los momentos más luctuosos de su historia (1880), ingresó a trabajar en el diario que hasta hoy dirige, en 1903. “Ese año me pusieron en pla­nilla, pero no recuerdo cuál fue mi salario. Creo sí, que fue demasiado poco”. Eran, en realidad, las viejos tiempos de la zarzaparrilla de Bristol, del agua de Melisa y el Cordial Cere­bral (remplazado ahora por el gero­vital) y se publicaban avisos que de­cían: “Vendo 2 bueyes y dos vacas le­cheras, ofertas en domicilio”; se es­cribía tejido con g y las noticias po­liciales aparecían así: “Al subir el Puente de Piedra que está en declive, sucedió que los caballos resbalaron cayendo por el lado izquierdo, rom­piéndose los ganchos a que estaban sujetos los caballos, el carro retroce­dió y dos personas que iban allí se tuvieron que arrojar llenas de temor”. Ahora, un solo titular causa veinte veces más miedo: “Jet se estrella, mue­ren 110”.

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