martes, 16 de junio de 2009

NOTAS Y COMENTARIOS - Sebastián, la cultura - Juan Gargurevich Regal - Universidad Nacional Mayor de San Marcos (6)



Usando su nombre o los seudónimos Diego Mexía, Juan Eye, Diego Mirán, Pepe Chacarilla o sencillamente S.S.B., Sebastián publicó mas de dos mil artículos en los periódicos La Prensa, La Nación, El Comercio, Libertad, La Gaceta, Caretas, Oiga, Clímax, Espacio, Moradas, y otros.

Su visión del arte y la importante discusión que planteó sobre la pin­tura abstracta ha sido recogida en un volumen que recopila columnas especializadas sobre tendencias y artistas.

Están todavía pendientes recopilaciones de sus textos sobre perio­dismo, dramaturgia y política, sobre todo en los últimos años en que a apostó con decisión por el socialismo. La Universidad de San Marcos ha publicado sin embargo una antología en el 2003 y ese mismo año la revista Letras en su sección "Rescates" ofreció el texto "Cuba, nuestra revolución" que ya hemos citado antes.

Podría preguntarse y con razón, a qué se debe la vigencia de este peruano notable luego de tantos años de su desaparición. La respues­ta está en aquella palabra justamente, su vigencia. Cuando se lee sus afirmaciones, análisis, ensayos parecería que se trata de composiciones redactadas ayer y publicadas hoy.

Los ejemplos sobran, pero leamos algo de “Lima la horrible”, en que Sebastián auscultó a nuestra capital en 1964:

Hace bastante tiempo que Lima dejó de ser –aunque no decaigan los enemigos de la modernidad, la cual, sin embargo, ha otorgado aun a nostálgicos y pasatistas sus automóviles, sus transistores, sus nylons, etc.– la quieta ciudad regida por el horario de maitines y ángelus, cuyo acatamiento emocionaba al francés Radiguet. Se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones humanas y otras demencias contemporáneas para pervivir. Dos millones de seres que se desplazan abriéndose paso...

Sebastián escribió poco de sí mismo y sólo lo hizo en circunstancias especiales. Como por ejemplo la indignación que le produjo cuando, al recibir un premio literario, un periodista le dijo “Estás en tu lugar... en la literatura”.

En esa época estaba más en la política y redactó entonces el artículo “La política como deber", del que leeremos una parte:

... Me equivoqué al principio, lo reconozco. Reconozco mis errores por­que esa es una manera de salvarse. Pero siempre estuve con las causas

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