lunes, 4 de marzo de 2013

Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
SOBRE LAS BENDITAS O MALDITAS PRIVATIZACIONES

Hasta hace poco el grito gubernamental era "privatización o muerte", pero, de pronto, tras el arequipazo, el grito se silenció por completo. Y se pasó "a otra cosa". Lo que resulta desconcertante, pues si era de muerte la privatización, el tema debió ser mantenido en el debate público, aunque al mismo tempo se paralizaran las ventas de los activos nacionales, para decidir luego si se seguía o no con ellas. Y de ello me ocuparé este sábado con las salvedades el caso.

Para los que de economía sólo sabemos cómo andan nuestros bolsillos y los de la gente que frecuentamos; para los que presenciamos y nos duele y avergüenza la miseria de la calle limeña y de los pueblos del Perú; para los que no llegamos a entender cómo puede ser normal que frente a asalariados de 200 soles al mes haya funcionarios que, sin remordimientos, reciban sueldos de 10 mil dólares, para quienes no somos economistas, pero sí testigos sufrientes de esa ciencia (que nada tiene de exacta), no podríamos opinar del tema si no recurriéramos a la elemental sabiduría de la razón y al testimonio recogido en otros países que es lo que he hecho en estos días usando el teléfono y perdiendo tiempo frente a la televisión.

Chile, un ejemplo a la mano
Por lo pronto, puedo afirmar que no es verdad, que no es cierto que sólo privatizando tendremos futuro. Y el ejemplo está muy cerca, aquí en el sur, en Chile, donde no se ha privatizado su más importante riqueza (el cobre) y donde el Estado, aparte de mantener el control de Codelco y otras empresas, no se ha cegado con las privatizaciones y ha sabido entender que si todo se privatiza hoy y el ingreso se emplea en cubrir déficits, mañana no se tendrá otro remedio que vender el territorio a pedacitos. Con lo que, dramáticamente, se cumpliría una socarrona sugerencia referida a la bohemia chilena del siglo pasado. Entonces se decía en maliciosa intimidad: ¿por qué no vendemos Chile y nos compramos un país más chiquitito, pero más cerca de París?"... Chile de hoy, curado del sueño del París luz del mundo, propicia la inversión extranjera, pero no para deshacerse de los activos del país, sino para que el capital de fuera se asocie, asuma gerencias o acepte concesiones. Lo que no quiere decir que, dogmáticamente, satanice las privatizaciones. A las que ha recurrido cuando eran convenientes y aceptadas como "benditas" por las poblaciones que, a través de las tarifas, son las que pagan las inversiones y los intereses de los inversionistas. (En Chile también hubo protestas en algunas regiones contra las privatizaciones).
Aquí, en el Perú, un dogmatismo fanático es el que domina el pensamiento de nuestros liberales, muchos de los cuales razonan como el viejo catecismo y parten de premisas escolásticas como la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta", sin advertir que la realidad desmiente el dogma cuando coloca un monte, un río o un bosque en medio de los dos puntos. Obstáculos que son nada al lado de los que se presentan en la variadísima ejecución económica. Y es premisa obcecada eso de que sólo las privatizaciones nos podrán sacar de la pobreza.

También en las calles de Londres
Y vuelvo a la calle. A la experiencia del hombre de a pie en Londres, que me informa sobre el tema del día allí. Me dice que la mayor preocupación hoy en Inglaterra son los accidentes ferroviarios y que los ingleses maldicen la privatización de estas empresas, por ser ella la responsable de esas catástrofes y del calamitoso servicio que prestan. "Esas compañías -opina la calle londinense- se preocupan ante todo de sus utilidades y descuidan las costosas medidas de seguridad". Y la indignación de los ingleses crece cada vez que recuerdan el impecable servicio de los trenes franceses, que son estatales.
Claro que la queja de la calle londinense y la eficacia de las ferrovías francesas son hechos ajenos a nuestra realidad, pero sí sirven de referencia para que desconfiemos de los fanáticos de la privatización y entendamos que seguir a pie juntillas a esos economistas liberales resulta lo mismo que aquello de "no ir a misa es condenarse" (y conste que yo no rehúyo ir a misa).

Lo mismo aquí en el Perú
No faltan, sin embargo, referencias locales para actuar con sensatez. Es el caso del agua para Lima. Una empresa italiana está abasteciendo con agua de primera calidad al cono norte. Pero esta empresa no ha comprado nada. Ha invertido para purificar aguas del río Chillón, las que vende a Sedapal. Y lo mismo puede hacerse con proyectos de mayor envergadura u otros más humildes, como el que elaboró hace años el ingeniero Federico Uranga para traer el agua limpísima de las alturas de Cañete a las poblaciones de las playas del recorrido y al cono sur de la ciudad. Un proyecto que pudo ser financiado localmente si no fuera por la falta de colaboración comunitaria de los pobladores de la ruta, por infelices rivalidades entre alcaldes y por sujeción a nuestra atávica maldición, a la idea del papá gobierno que todo lo puede y debe resolver.
Las privatizaciones no son el diablo, pero tampoco la santidad.

Fuente:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

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